viernes, 30 de octubre de 2020

Decálogo: Lo que solo hace falta

 

    Todo optimismo panglosiano tiene sus aristas. Un bobo es feliz con un palo, es un dicho coloquial, y es cierto en parte. Pero no por eso deja de ser cierto que las conquistas de la virtud y de la ciencia, esos caminos escabrosos de la humanidad, son difíciles. Y es que no llegan por la trampa del halago, ni por la superchería de las costumbres académicas, esas que se dedican a exagerar los logros y esconder las deficiencias de sus más fieles practicantes. 

    A pesar de los evidentes avances de la psicología que es protagonizada por algunos destacados investigadores y profesionales extranjeros, quisiera despacharme en un decálogo sobre el pesimismo que se cierne inadvertidamente,  sobre gran parte de esta disciplina. Con una esperanza lastimera, por ver realidad mis pesares, quisiera enumerar los mayores males de esta inexperta ciencia, que he visto ser deformada, incluso torturada, por egos de profesores y banalidades de estudiantes. Defectos humanos y comprensibles, tal vez demasiado humanos para poder ser superados por quienes tomamos el obcecado aliento de dedicarnos a una ciencia que pierde el norte con cada persona que intenta practicarla o pontificar sobre esta. 

    Finalmente, antes de ejercer lo que podría parecer una traición a mí trabajo y a mí profesión, quisiera abogar como defensor de mis propias quejas, resaltando que estos tal vez inoficiosos reclamos, solo tiene como origen el amor y la dedicación por esta novicia ciencia. Así, me subo a púlpito de quienes con ridiculez arengan contra otros, y desahogo estos puntos inquietantes. Para mantener el pesimismo sobre la formación y el ejercicio de la psicología, solo hace falta que:

1. Continuemos igualando el valor de los posgrados en psicología, con los de otras ciencias y disciplinas mucho más desarrolladas. Muy a pesar de los egos que se alimentan con la dedicación de la rutina y los años de experiencia de una hoja de vida, no es cierto que un grado de maestría o doctorado en psicología sea equiparable a sus grados homónimos en ciencias básicas, historia, ingenierías o disciplinas tan desarrolladas como la medicina. 

2. La formación de estudiantes en psicología dependa por entero de profesores que modifican el pensum de sus respectivas materias, solo para hacerlas más afines con sus intereses personales o sus particulares pensamientos. 

3. Como los más extraviados filósofos y científicos que Gulliver visitó en Laputa, los profesores de psicología se dediquen toda su carrera a discutir los temas más intrascendentes, y a publicar sobre los estudios más inútiles; es increíble, pero todavía están los místicos seguidores de la secta de Freud; pero si por un lado llueve, por el otro no escampa. También están los curiosos adoradores de Skinner o Vygotsky, que llegan a las racionalizaciones más recursivas, por resaltar a sus héroes de batallas ideológicas, como los padres de toda ciencia contemporánea.

4. Se siga premiando el grueso y no la calidad real de escritos académicos. Lo sé por experiencia. Las revistas indexadas no son árbitros neutrales o jueces imparciales a favor del mejor conocimiento. Más bien, fueron las redes sociales, antes de las redes sociales. Plataformas dedicadas, no a promover ideas y debates, sino a promover perfiles y nombres de personas. Las revistas indexadas y las plataformas por las cuales se promueven demostraron, antes que Facebook o Twitter, que cualquier noble propósito por compartir conocimiento desinteresadamente queda fácilmente desvirtuado en pocos años para miles de personas. Las redes académicas expiran el esfuerzo del ego, los motivos de la envidia, la banalidad del reconocimiento, y los alcances de la inercia.

5. Continúe la extraña tendencia dada en promover el estudio del DSM como la única fuente de saber en psicología clínica; los afanados estudiantes de psicología parecieran consultar este texto, con los mismos ímpetus con los cuales un desesperado creyente consulta el horóscopo, para que con exageradas piruetas diagnósticas, se cumpla la profecía auto realizada de atribuir un trastorno, curiosamente, por estarlo buscando.

6. Que muchos doctorados de habla hispana sigan resucitando ideas y doctrinas ya anacrónicas. Parecieran a su vez, validar el pensamiento especulativo y conspirativo, más que el científico. Si doctorados en posturas posmodernas, sin bases racionales, con ausencia de filosofía de la ciencia, sin lógica, sin algo matematizable, y totalmente tecnofóbicos, continúan siendo considerados tan valiosos como los esfuerzos de quienes sí logran avances científicos, el camino a seguir de esta disciplina es preocupante. 

7. Si continúan las falsas especializaciones, la disciplina nunca logrará madurez y profundidad. Por ejemplo, no es cierto que los enfoques de psicología social crítica comunitaria sean realmente psicología social. Pero muchos asumen que es un área especializada; tampoco es cierto que la terapia de la conducta haya probado en nuestro medio latinoamericano la efectividad que de ella prometen manuales escritos en otras sociedades, así como nunca se probó el beneficio de terapias psicoanalíticas; y finalmente, todavía no comprendemos el ejercicio de la rehabilitación neuropsicológica en nuestro medio latinoamericano. Muchas de las supuestas especialidades, defendidas con la mayor pasión y contagiadas a estudiantes que siempre creen en la seguridad y los ánimos de sus profesores, nunca han probado realmente serlo. 

8. Seguimos con una supuesta cientificidad, que solo esconde nuestra escasa comprensión de lo que realmente es la ciencia. Con las formas más acomodaticias que solo suceden en las academias, sorpresivamente la mayoría de investigadores realizan estudios con correlaciones de datos, y afirman, sorpresivamente, que valen tanto como experimentos reales. Y además, tales estudios ni siquiera reparan en los problemas de la representatividad, los artificios estadísticos o el escaso valor de los niveles de significancia mal calculados. 

9. Continuamos con una psicología construida con las ideas filosóficas y pseudocientíficas del siglo XX. Aunque la visión sobre la motivación humana que tuvo Freud haya probado ser solo parcialmente cierta, académicos insisten en tomar sus ideas como doctrina indiscutible; aunque libros como Más allá de la libertad de Skinner se lean hoy en día como totalmente anacrónicos en temas de filosofía moral y política pública, y ciencia social en general, todos los formados en las pasiones académicas que vienen del conductismo aún hoy en día resaltan un libro como este con exagerados reconocimientos. 

10. Y finalmente, si sigue el mal uso de la abstracción científica. En la psicología, se habla de validación "científica" de pruebas, sin que realmente sepamos si es cierto que tales procedimientos son científicos; se pontifica sobre terapias basadas en la evidencia, sin que haya realmente pruebas sobre su utilidad humana y social en nuestro medio; se infieren procesos neuropsicológicos, sin una solo prueba psicofisiológica sobre la existencia real de los mismos procesos, supuestos en artículos que se basan en medidas correlacionales indirectas y en juicios clínicos que no tienen ni un solo estudio que pruebe su validez real. En síntesis, hablamos de cosas que no soportan el menor escrutinio, ni siquiera en un plano lógico y racional. 

Tal vez si somos un poco pesimistas a estos respectos, y elogiamos la dificultad dada en ser buenos psicólogos, que muchos parecen desestimar, tal vez entonces logremos ver un poco de optimismo en la formación y en la práctica de esta disciplina. No es fracasomanía, sino acaso un pesimismo consecuente, una renuncia al optimismo panglosiano. Una refutación de la inercia de nuestros tiempos, esa que empuja a tantos a hacer las cosas solo para beneficios abstractos. Solo para incrementar los valores marginales de nuestros trabajos y profesiones, es decir, todo lo vacuo y fútil de nuestros tiempos. Sea esta tal vez una alegoría al escepticismo, al papel de quien, como dijo Michael Oakeshott, confiesa que haría mejor las cosas, si solo supiera cómo hacerlas. 




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